sábado, mayo 10, 2008

VOLVER A CARACOL

Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo lo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada.


Yo nací en Magangué, Bolívar, mi mamá era profesora en un pueblito, se llamaba Caracol, corregimiento de Toluviejo, municipio de Sucre, departamento que hacia unos 14 años se había separado de Bolívar, así que de meses al terminar la licencia de maternidad volví ya fuera de la barriga a Caracol.
Y ahí me crié hasta antes de cumplir 6 años, cuando nos pasamos a Sincelejo.
Tengo una memoria prodigiosa, de esas que te permiten recordar detalles irrelevantes como de que color era la blusa que tenía puesta Pilar Castaño cuando contó que Pablo Escobar se había entregado, hasta ganar examenes sin estudiar nada -previa asistencia a las clases a evaluar, claro- así que esos años en Caracol, aquel pueblo chiquitico los tengo muy claros en mi cabeza.
Allá decidí ser médica, y suspiraba a mis 4 años pensando en lo que sería mi vida futura, cuando pasaba frente a la casa de Enilse, la enfermera del pueblo y sentía el olor del alcohol y el ruido de las cubetas de peltre en las que ella esterilizaba el instrumental del medico, frente a esa misma casa me encontraba las tapitas de los liofilizados y el caucho de los goteros que yo ponía sobre mis lapices y fingían de borradores que todo lo manchaban.
Recuerdo a la señora Juana, la dueña de la tienda -que el día de mi matrimonio casi 19 años después de haberme ido me hizo llegar una carta escrita en tinta azul y unos billetes de regalo- de su tienda llena de delicias: bolas de lopez (alguien las recuerda?), lenguas, frunas, y de su hijo con retardo mental cubierto sólo con una sabana, amarrado a la mecedora mirando y babeando con una eterna sonrisa.
Lo mejor eran los domingos cuando iba con mis papás al arroyo que se llamaba Pechilin no Pocholin como dice el inexacto mapa que les puse arriba, recorríamos lugares hermosos, con caídas de agua, y era tan irremediablemente fácil ser feliz, a veces íbamos montados en burros, otras veces a caballo, iba yo con mi mamá en la misma montura sintiendo como me sostenía con su mano zurda y con la derecha llevaba la rienda.
Allá cuando estaba en primero y me quedaba por las tardes oyendo la catequesis que las monjas les daban a los que iban a hacer la 1 comunión, aprendí que era el adulterio, y que los adúlteros se van al infierno.
Tenía una abuela de mentiras, que yo visitaba con devoción cada domingo por las tardes y la quería como a las de verdad, ella me daba una moneda de 5 pesos, esa que tenía una señora sentada, para que me comprara un boli grande, los pequeños costaban 2 pesos, yo le contaba mil historias mitad reales, mitad mentiras, como las que cuentan los noticieros de hoy, y además la regañaba por fumar calilla con la candela para dentro, realmente fue de la única persona de la que me despedí estremecida antes de partir.
Allá "voté" por primera vez, eso creía yo, cuando acompañé mi mamá a hacerlo y metí mi dedito en aquella tinta roja.
Una tarde mirando al patio lleno de ciruelos le dije a mi papá: a mi me gusta mucho el color rojo, en cambio el azul, no lo soporto, lo oí contarle a mi mamá lleno de alegría:
¡mija, la niña salió LIBERAL!
En ese paraíso de nombre gracioso dejé a Elida y sus bolitas de ajonjolí, a Saul el dueño de mi corazón, a Licho el de las manos rosadas, a Nino el de la cabeza cana, al que yo siempre le pedía que se terminara de bañar para quitarse toda esa espuma blanca del pelo.
Volví unas 3 o 4 veces después, y cada vez me dolía más verlo tan lejano, con la iglesia de SAN CRISTÓBAL cerrada, y las historias de como la guerrilla y los paramilitares fueron matando a tanta gente, hasta devastar casi por completo el pueblo.
Desde hace 6 años tengo unos deseos GIGANTES de volver, desde que hacia internado en Sincelejo y la gente de Caracol, no se como, me reconocía y se alegraba al verme:
- ¡que bueno tener una paisana trabajando acá!
No he vuelto no se porque temor absurdo..
Cuando terminé 1 de primaria ocupé el 2 puesto, detrás de Lili, me gané un libro de castellano de 2 como premio, había en el una canción que no había escuchado nunca y le pedí a mi mamá que la cantara, decía:
"Lunita consentida, colgada del cielo, como un farolito que puso mi Dios
para que alumbrara las noches calladas, de este pueblo viejo de mi corazón,
pueblito de mis cuitas de casas pequeñitas, por tus calles tranquilas corrió mi juventud,
en ti aprendí a querer, por la primera vez, y nunca me enseñaste lo que es la ingratitud,
hoy que vengo a tus lares, trayendo mis cantares, y con el alma enferma de tanto padecer,
quiero pueblito viejo, morir aquí en tu suelo, bajo la luz del cielo que un día me vio nacer"
y yo con cinco años pensaba: cuando yo esté grande y vuelva otra vez a Caracol me voy a acordar de esta canción ..

8 comentarios:

sb dijo...

ya ves, los primeros amores muchas veces son de lugares, y no de personas...

muy bonito el relato, es un poco como Macondo :)

Unknown dijo...

Si, ese es un amor al parecer eterno, ojala cuando vuelva pueda contarles y subir fotos.. y tambien es bastante macondiano..

Beatrix dijo...

Ese mensaje aludido al tal torres lo escribi YO: Beatrix

YoSoyElCarlos dijo...

Beatrix, muy, muy bonita historia.

Que vaina que a medida que nos volvemos más viejos (bue, con más años), estos recuerdos tienen un denominador común: La vida era más fácil, es que ahora está uno pariendo con algo todos los días...

Gasper dijo...

Beatrix, siempre que se puede regresar a un lugar añorado, querido, esperado por alguna razón (o pasión) hay que dejarse llevar por esos pasos que se salen de sus zapatos para volver al lugar del que uno nunca se ha ido.

Con muy pocva comparación yo también estoy regresando pero al mundo blog, después de una lucha sinigual contra el tiempo que me habían robado.
Y acá estoy visitándote mientras también te acompaño en este caminar hacia Caracol, aunque no por eso con paso lento, no?

Besos

Beatrix dijo...

Carlos: si, que vaina tan fregada conforme pasa el tiempo me vuelvo más fácil presa de la añoranza, no me imagino con los 94 años que tiene mi abuelo.., si definitivamente que facil era todo antes..
Gasper: volviste!!!!!!!!!!, se te extrañaba bastante..
"volver al lugar del que uno nunca se ha ido" eso es lo que voy a hacer pronto..

william tobios verbel dijo...

que bueno que todabia hay personas que recuerdan a mi pueblo querido, mi pueblo del alma y que guarda esos bonitos y hermosos recuerdo, de un pueblo tan lindo. cuando quieras puedes volver por alla siempre tendras las puertas abiertas.

Beatrix dijo...

Tobios Verbel: esos apellidos son super Caracoleros... aun no he podido ir pero si DIOS me da licencia en enero estaré por alla...