sábado, noviembre 18, 2006

Luchin.


Y la muerte es el último país
que el niño inventa.
Raúl González Muñón.

Creo que fue el primer amigo que tuve, su nombre completo es Luis Alexander Jiménez, yo siempre he sido un niña llena de amigos de vacaciones: Estela, Gladis, Liliam, él era uno de esos, nos veíamos todos las semanas santas, mitad de años y diciembres, vivía en el barrio Olaya con sus papás y su abuela cerca de la casa de mis abuelos, era compañero inseparable de Arielito mi primo que más bien es mi hermano porque como hermanos nos criaron.
Llegaba muy bañadito y bien arregladito en la mañana a jugar con nosotros, que a diferencia suya todavía no nos bañábamos y los pelos llevábamos desgreñados por las horas de sueño, corríamos al patio de la niña Ocha ( mi abuelita ) y jugábamos a todo lo que saben jugar los niños costeños: el escondio, la lleva, el congelao, el bate, policías y ladrones y además tanto Luchín como yo cedíamos ante la tentación de jugar los juegos experimentales de Arielito que siempre involucraban baterías, fósforos, velas, cables y restos de juguetes destripados, por allá a la hora del almuerzo se oía la voz de la señora Tila (su abuelita): Luchin!, el, con su carita blanca abría esos ojos gigantes y salía corriendo sin despedirse, después del almuerzo, ahora si Arie y yo bañados (a regañadientes debo aclarar porque tanto el agua y el jabón y la peinilla no eran muy de nuestras querencias) lo recibíamos nuevamente, ya fuera para hablar esas cosas importantes que hablan los niños: definir la palabra fenómeno: persona con la cabeza mas grande que el cuerpo (esa es de Arie), responder por que a Maryuri le decían cara e’ queso, o cuantos gaticos había parido la gata negra que andaba por las paredillas, o para hacer un carrito de balineras, o jugar con lo que el niño Dios nos había traído, así transcurrieron las mañanas y tardes de mi infancia en Magangué, el lugar más maravillosos del mundo para mi, entonces y ahora, que las nostalgias me acechan, también a pesar de lo que tenga que decir aquel imbecil de SoHo, luego en la pubertad íbamos los tres, a veces acompañados del Bosio (de quien estaba enamorada, pero no, se lo quedo una vecina), al cementerio central donde mi hermanito Arie nos contaba sus ya tradicionales historias góticas: este (decía señalando una tumba equis) lo encontraron en el río, aquel lo mató la mujer con una licuadora, o a ésta se la comió un perro, explorábamos todas las tumbas y encontrábamos nombres raros: gringos, alemanes, italianos, u osarios abiertos con fémures amarillos asomándose, era chévere ese plan, pero luego a los marihuaneros también les pareció chévere y el vigilante, un viejito ñequero y sin dientes no nos dejó entrar más, ya después Arie estaba ocupado con sus múltiples novias: se había convertido en un adolescente hermoso, y Luchín y yo todavía no andábamos en esos trajines, entonces hablábamos de todo, y un día mi hermanita Aury se nos acercó y el la saludó: hola aurícula!, yo lo miré extrañada: esa es una parte del corazón, la otra se llama ventrículo, me dijo, al volver de esas vacaciones di esa lección en el colegio, y más tarde en la universidad la oí hasta el cansancio, siempre habría de recordármelo. Pero como el tiempo y la vida son arbitrarios al final nos pasó lo mismo que a la mamá de mafalda y sus amigos: la vida nos fue separando, solo sabía de él a través de Arie o de mi abuela: se metió a un seminario, lo sacaron porque era fruto de unión libre, se metió al ejército, se casó, tiene 2 hijos...
Un día cuando ya yo era medico y me había casado y mudado a Cali, muy lejos de Magangué, mi familia vino a visitarme y estando cuchichiando con Vivi entró Aury al cuarto: mataron a Luisito!, eso no me dijo nada, yo no tenía ni idea quien era el tal Luisito:
- y ese quien era?
- el nieto de Tila?
- Luchin?!!,
Porque para mí el no se llamaba ni se llama de otra forma, toda la vida (a pesar de la corrección constante de la abuela cuando preguntaba por él: Luis Alexander) será Luchín.
Ha sido la única vez que ha muerto un amigo, y el dolor fue muy grande, pensé en la vez aquella en navidad que mis papás nos llevaron a nosotras (mis hermanas y yo) y a Luchín al parque a ver las luces, tenía puesto un conjuntico rojo con blanco, camisita y pantalón corto, con sus medias hasta la media pierna y me agarraba la mano, en el álbum de mi mamá hay una foto de ese día, pensé en lo mucho que nos había separado la vida y que yo más nunca lo iba a volver a ver con su carita blanca, su lunar en la mejilla y sus ojos grandes, pero si lo vi: en la televisión y en los periódicos vestido de militar, lloré mucho y hoy mientras escribo vuelvo y lloro. Cada vez que voy a misa pido por todos mis muertos, mis abuelos y él.
El fue mi primer amigo, el es mi primer amigo, el es Luchín.

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